Lo mejor que me puede pasar es aquello que siempre deseo. Me muero por bailar y a la vez deseo estar aquí, sin ruidos. Es entonces cuando me pregunto: ¿si el silencio es tan poderoso como la música, por qué nunca habla? Jamás pensé en ello, sólo cuando mi cabeza no podía pensar más, entonces renuncié a lo superfluo, a lo fuera de sentido, para así quedarme con las cosas que vibran ante mí: el color, el amor, el sonido, las luces. Esta nueva manera de conocer mi alrededor me hacía descubrir una nueva etapa. Una etapa donde el “sin sentido” cobró aún más sentido para convertirse en ideas, en razones para vivir.

Enero/2009